22.10.12

Y el perdedor de las elecciones es...



Recién concluidas las elecciones en Euskadi y Galicia y de un análisis en caliente de sus resultados se desprenden tres conclusiones principales en términos de política estatal y sin entrar a valorar otras cuestiones que innegablemente han sido determinantes en los resultados, especialmente en Euskadi (la participación plena de la izquierda abertzale y la ausencia de la amenaza de ETA).

1. En primer lugar, el partido que aparece como más castigado por el electorado después de un año de mayoría absoluta del PP en el gobierno, y con un nivel de crisis económica, social y de concepción del Estado sin precedentes, es el PSOE. Parece, así, que la gente no sólo no perdona a esta formación el famoso giro antisocial dado el 10 de mayo de 2010, sino que le impone un castigo adicional como consecuencia de su tibia (por no decir inexistente) oposición. Los posicionamientos ambiguos de Rubalcaba y su partido reciben un varapalo que se suma al desastre cosechado en las últimas elecciones generales.

Parece evidente que el PSOE ha dejado de ser percibido como una opción alternativa de gobierno por la ciudadanía, que lo percibe, correcta o incorrectamente, como un equivalente del PP, pero menos creíble, si cabe, que éste.

Por otro lado, su tradicional implantación fuerte en la mayoría de comunidades autónomas, a diferencia de un PP fuertemente marginado en algunas circunscripciones, convertía al PSOE en el partido de mayor implantación transversal en el todo el Estado. Los resultados en Galicia, Euskadi y seguramente en Cataluña, anuncian también el fin de esa presencia dominante, ocasionado por la pérdida de un posicionamiento lúcido respecto de la diversidad del Estado.   

La renovación del PSOE se hace pues más urgente que nunca si quieren recuperar un papel político sustancial, pero también, como ahora veremos, si se quieren organizar mayorías progresistas que permitan sacar al PP de las instituciones y combatir sus nefastas políticas económicas y sociales.

2. Por otro lado, la izquierda alternativa, allí donde consigue agruparse en torno a objetivos claros y lanzar una imagen de unidad y renovación, cosecha importantes resultados electorales, situándose en una dinámica de crecimiento clara que la legitima cada vez más como instrumento de cambio político y social.

Ahora bien, será necesario dar una mayor cohesión a estas alianzas y profundizar en su proyecto compartido así como evitar dinámicas de autoafirmación y división si se quiere garantizar esa credibilidad creciente.

De continuar las dinámicas señaladas hasta ahora, no es descartable un escenario a la griega, en el cual el tradicional partido socialdemócrata sea desplazado por una fuerza progresista unitaria y diversa como principal fuerza de oposición y, en consecuencia, de gobierno. Ahora bien, es necesario tener en cuenta dos cosas a respecto. En primer lugar, este escenario está todavía muy lejos en el horizonte. En segundo lugar, y como demuestran los resultado en Galicia, aún con un ascenso espectacular de la izquierda alternativa, es prácticamente imposible sacar a la derecha del poder con un PSOE en caída libre. La socialdemocracia es, en este sentido, necesaria para cualquier proyecto de cambio social vehiculado a través de las elecciones, ya que sin ella, la derecha del PP tiene garantizada una muy holgada mayoría.

3. Y llegamos así al punto final. El Partido Popular, al mismo tiempo símbolo y adalid de los recortes, de la  crisis y de la crispación social, no sólo se mantiene como primera opción política para los españoles, sino que además consolida su mayoría absoluta en Galicia, dando así una bocanada de aire fresco a Rajoy.

Es cierto que se ha producido una pérdida relevante de votos, tanto en Galicia como en Euskadi, y previsiblemente en Catalunya, pero dicha pérdida es todavía mayor en su principal contrincante, el PSOE, por lo que en el saldo final el PP acaba resultando favorecido.

¿Cómo es posible que en este escenario de crisis múltiple el Partido Popular mantenga tal nivel de apoyo? Me parece que la respuesta cabe buscarla en dos factores. Por un lado, la ferviente adscripción ideológica de sus votantes, con un grado de fidelidad envidiable, que ya querría la izquierda para si, mucho más propensa a la hipercrítica, la lucha por las “esencias” y el desengaño.

Por el otro, que la parte fluctuante de votantes de centro, que pasa del PP al PSOE según el ciclo político, ha perdido su confianza en el Partido Socialista, por lo que ya no hay una alternativa al PP percibida como tal a nivel de Estado para la gente que se sitúa en el centro del espectro político.


Convendría que todos tuviéramos claras estas cuestiones y trabajemos de forma consecuente si no queremos que dentro de unos años este país sea un páramo en el que en lugar de oasis solo haya casinos. 

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