7.12.09

Haidar, en términos exactos

La fisura abierta en las relaciones entre España y Marruecos por la situación de Aminetu Haidar parece condenada a seguir creciendo, con el agravante de que, entre tanto, empiezan a aflorar los viejos fantasmas que regularmente pugnan por entorpecerlas. Poco a poco, las declaraciones a uno y otro lado del Estrecho van trasluciendo las viejas invectivas sobre la soberbia de los españoles o el carácter traicionero de los marroquíes. Además, por descontado, de empezar la exhibición de la respectiva lista de agravios, desde el Sáhara a Perejil, pasando por Ceuta, Melilla y el inabarcable número de roces que inevitablemente se produce entre países que comparten frontera. Esta insensata pendiente debería cesar de inmediato, no sólo porque el deterioro de las relaciones entre España y Marruecos puede resultar desastroso para los intereses compartidos, entre ellos, los de seguridad, sino también porque se complicaría la urgente solución de un contencioso que podría acabar costándole la vida a la activista de derechos humanos saharaui.

Marruecos adoptó una decisión intolerable contra Haidar, como fue retirarle el pasaporte y forzar, de hecho, su deportación y puede que su exilio por haber escrito "Sáhara Occidental" en la casilla correspondiente a la nacionalidad de un formulario administrativo de frontera. No es sólo que el castigo impuesto a Haidar no guarde proporción alguna con su acción; es que para que exista un castigo tiene que existir previamente una norma que lo establezca. Pero, además, se da la circunstancia de que, aun en el supuesto de que el ordenamiento marroquí incluyera semejante norma, el castigo impuesto a Haidar sería contrario a un derecho humano básico, como es el derecho a la nacionalidad y a regresar al propio país. Poco importa, a estos efectos, que Haidar no se considere marroquí y estime que su país no es Marruecos. La Declaración de Derechos Humanos no establece una obligación para los sentimientos de Haidar, sino para las acciones de Marruecos, mucho más desde que éste considera que el Sáhara Occidental pertenece a su territorio.

Pero, junto a la decisión intolerable de Marruecos, existen graves incógnitas sobre la respuesta del Gobierno español. Haidar fue rechazada en el aeropuerto de El Aaiún, despojada de su pasaporte e introducida en un avión español. Según las informaciones publicadas, el piloto solicitó autorización para embarcar a una pasajera sin documentación y alguien se la concedió. Es difícil suponer que fuera la propia compañía, no sólo porque hubiera ido contra la normativa internacional bajo su propia responsabilidad, sino también porque, una vez en Lanzarote, la policía franqueó el paso a Haidar aunque, siempre según informaciones de prensa, carecía de documentos. Es preciso saber si, en efecto, Haidar llegó o no documentada y quién, cómo y por qué autorizó su entrada en territorio español en el caso de que no lo estuviera. De esos datos depende, ni más ni menos, la responsabilidad del Gobierno español en este caso; en concreto, la responsabilidad de haber colaborado voluntaria o involuntariamente con el Gobierno marroquí en la ejecución de un castigo arbitrario y contrario a los Derechos Humanos como es la deportación y puede que el exilio de una persona. Aparte de la condena que merecería en el caso de que estos extremos se confirmaran, en el error, o algo más que el error, lleva la penitencia: es él quien está pagando las consecuencias de un atropello cometido por Marruecos.

Lo peor que puede hacer España para encontrar una salida es echarse en brazos de soluciones imaginativas, por no decir de argucias de corto alcance como la que, al parecer, se intentó el viernes pasado, cuando hubo que abortar en plena pista un vuelo especial rumbo a El Aaiún en el que ya había embarcado Haidar. Es tanto como sumar al error la vergüenza de ser descubiertos haciendo trampas. No se trata de encontrar una manera ingeniosa para devolver a Haidar a El Aaiún como si fuera una patata caliente; se trata de plantear el problema en sus términos exactos. Y los términos exactos son que, al margen del error, por llamarlo de este modo, que se pudo cometer al colaborar directa o indirectamente en la expulsión de Haidar, y que exige una inmediata clarificación por parte del Gobierno español, el Gobierno marroquí no puede en ningún caso actuar como lo ha hecho contra esta saharaui. Mientras no se le haga llegar a Rabat este reproche y esta condena, tanto bilateralmente como en los foros internacionales que sea preciso, todas cuantas medidas humanitarias adopte el Gobierno español en favor de Haidar sólo serán formas adicionales de complicidad con una deportación y puede que un exilio. Algo inconcebible para un Gobierno que, según dice, pretende comportarse internacionalmente de acuerdo con principios y valores.

José María Ridao (Publicat a El País, 07/12/2009)

2.12.09

Manifiesto “En defensa de los derechos fundamentales en Internet”


Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que…
1.- Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.
2.- La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial – un organismo dependiente del ministerio de Cultura -, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.
3.- La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.
4.- La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.
5.- Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.
6.- Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.
7.- Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.
8.- Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.
9.- Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.
10.- En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

26.11.09

La dignidad de Catalunya

Después de casi tres años de lenta deliberación y de continuos escarceos tácticos que han dañado su cohesión y han erosionado su prestigio, el Tribunal Constitucional puede estar a punto de emitir sentencia sobre el Estatut de Catalunya, promulgado el 20 de julio del 2006 por el jefe del Estado, rey Juan Carlos, con el siguiente encabezamiento: "Sabed: Que las Cortes Generales han aprobado, los ciudadanos de Catalunya han ratificado en referéndum y Yo vengo en sancionar la siguiente ley orgánica". Será la primera vez desde la restauración democrática de 1977 que el Alto Tribunal se pronuncia sobre una ley fundamental refrendada por los electores.

La expectación es alta. La expectación es alta y la inquietud no es escasa ante la evidencia de que el Tribunal Constitucional ha sido empujado por los acontecimientos a actuar como una cuarta cámara, confrontada con el Parlament de Catalunya, las Cortes Generales y la voluntad ciudadana libremente expresada en las urnas. Repetimos, se trata de una situación inédita en democracia. Hay, sin embargo, más motivos de preocupación. De los doce magistrados que componen el tribunal, sólo diez podrán emitir sentencia, ya que uno de ellos (Pablo Pérez Tremps) se halla recusado tras una espesa maniobra claramente orientada a modificar los equilibrios del debate, y otro (Roberto García-Calvo) ha fallecido.

De los diez jueces con derecho a voto, cuatro siguen en el cargo después del vencimiento de su mandato, como consecuencia del sórdido desacuerdo entre el Gobierno y la oposición sobre la renovación de un organismo definido recientemente por José Luis Rodríguez Zapatero como el "corazón de la democracia". Un corazón con las válvulas obturadas, ya que sólo la mitad de sus integrantes se hallan hoy libres de percance o de prórroga. Esta es la corte de casación que está a punto de decidir sobre el Estatut de Catalunya. Por respeto al tribunal –un respeto sin duda superior al que en diversas ocasiones este se ha mostrado a sí mismo– no haremos mayor alusión a las causas del retraso en la sentencia.

La definición de Catalunya como nación en el preámbulo del Estatut, con la consiguiente emanación de "símbolos nacionales" (¿acaso no reconoce la Constitución, en su artículo 2, una España integrada por regiones y nacionalidades?); el derecho y el deber de conocer la lengua catalana; la articulación del Poder Judicial en Catalunya, y las relaciones entre el Estado y la Generalitat son, entre otros, los puntos de fricción más evidentes del debate, a tenor de las versiones del mismo, toda vez que una parte significativa del tribunal parece estar optando por posiciones irreductibles. Hay quien vuelve a soñar con cirugías de hierro que cercenen de raíz la complejidad española. Esta podría ser, lamentablemente, la piedra de toque de la sentencia.

No nos confundamos, el dilema real es avance o retroceso; aceptación de la madurez democrática de una España plural, o el bloqueo de esta. No sólo están en juego este o aquel artículo, está en juego la propia dinámica constitucional: el espíritu de 1977, que hizo posible la pacífica transición. Hay motivos serios para la preocupación, ya que podría estar madurando una maniobra para transformar la sentencia sobre el Estatut en un verdadero cerrojazo institucional. Un enroque contrario a la virtud máxima de la Constitución, que no es otra que su carácter abierto e integrador.

El Tribunal Constitucional, por consiguiente, no va a decidir únicamente sobre el pleito interpuesto por el Partido Popular contra una ley orgánica del Estado (un PP que ahora se reaproxima a la sociedad catalana con discursos constructivos y actitudes zalameras). El Alto Tribunal va a decidir sobre la dimensión real del marco de convivencia español, es decir, sobre el más importante legado que los ciudadanos que vivieron y protagonizaron el cambio de régimen a finales de los años setenta transmitirán a las jóvenes generaciones, educadas en libertad, plenamente insertas en la compleja supranacionalidad europea y confrontadas a los retos de una globalización que relativiza las costuras más rígidas del viejo Estado nación. Están en juego los pactos profundos que han hecho posible los treinta años más virtuosos de la historia de España. Y llegados a este punto es imprescindible recordar uno de los principios vertebrales de nuestro sistema jurídico, de raíz romana: Pacta sunt servanda. Lo pactado obliga.

Hay preocupación en Catalunya y es preciso que toda España lo sepa. Hay algo más que preocupación. Hay un creciente hartazgo por tener que soportar la mirada airada de quienes siguen percibiendo la identidad catalana (instituciones, estructura económica, idioma y tradición cultural) como el defecto de fabricación que impide a España alcanzar una soñada e imposible uniformidad. Los catalanes pagan sus impuestos (sin privilegio foral); contribuyen con su esfuerzo a la transferencia de rentas a la España más pobre; afrontan la internacionalización económica sin los cuantiosos beneficios de la capitalidad del Estado; hablan una lengua con mayor fuelle demográfico que el de varios idiomas oficiales en la Unión Europea, una lengua que en vez de ser amada, resulta sometida tantas veces a obsesivo escrutinio por parte del españolismo oficial, y acatan las leyes, por supuesto, sin renunciar a su pacífica y probada capacidad de aguante cívico. Estos días, los catalanes piensan, ante todo, en su dignidad; conviene que se sepa.

Estamos en vísperas de una resolución muy importante. Esperamos que el Tribunal Constitucional decida atendiendo a las circunstancias específicas del asunto que tiene entre manos –que no es otro que la demanda de mejora del autogobierno de un viejo pueblo europeo–, recordando que no existe la justicia absoluta sino sólo la justicia del caso concreto, razón por la que la virtud jurídica por excelencia es la prudencia. Volvemos a recordarlo: el Estatut es fruto de un doble pacto político sometido a referéndum.

 Que nadie se confunda, ni malinterprete las inevitables contradicciones de la Catalunya actual. Que nadie yerre el diagnóstico, por muchos que sean los problemas, las desafecciones y los sinsabores. No estamos ante una sociedad débil, postrada y dispuesta a asistir impasible al menoscabo de su dignidad. No deseamos presuponer un desenlace negativo y confiamos en la probidad de los jueces, pero nadie que conozca Catalunya pondrá en duda que el reconocimiento de la identidad, la mejora del autogobierno, la obtención de una financiación justa y un salto cualitativo en la gestión de las infraestructuras son y seguirán siendo reclamaciones tenazmente planteadas con un amplísimo apoyo político y social. Si es necesario, la solidaridad catalana volverá a articular la legítima respuesta de una sociedad responsable.

(Editorial col·lectiu aparegut a tots els diaris catalans. 26/11/2009)

19.11.09

DECREIXEMENT

En Carlos Taibo reflexiona a Pamplona sobre decreixement.

Un debat inevitable que l'esquerra ha de liderar...

Primera part



Segona part



Tercera part



Quarta part



Cinquena part



Sisena part



Setena part i ...fi?

15.11.09

“No podremos resolver los problemas que tenemos hoy pensando de la misma manera que pensábamos cuando los provocamos” 

Albert Einstein.

13.5.09

ELECCIONS EUROPEES

Votar és una manifestació de la nostra llibertat que ens ha costat segles guanyar. Ara que la podem gaudir no podem desaprofitar-la.

El proper dia 7 de juny seran les elecions europees. Molts de nosaltres sovint tenim els nostres dubtes sobre a qui votar, perquè creiem que el vot ha de ser un acte reflexiu i no tan sols un acte reflexe.

El següent enllaç us dona una informació molt clara i gràfica de què ha votat cada grup polític al parlament europeu sobre les qüestions més importants que ens afecten a tots i totes. A més d'entretingut, és un exercici molt útil per aclarir-se ses idees.

http://greens-efa-service.org/votetracker/

Ànim a tots!

16.1.09

Literatura i lucidesa

TRIBUNA: ELIAS KHOURY

Los judíos de los judíos

La política israelí en Cisjordania y la Franja de Gaza gira en torno a la construcción de guetos sellados a cal y canto para los palestinos que habitaban esas tierras. Surge la comparación con los guetos de Europa del Este

ELIAS KHOURY 16/01/2009

En mayo de 1949 se publicó la novela del escritor israelí S. Yizhar La historia de Khirbet Khizeh, en la que se narran los desconcertantes hechos acaecidos durante la salvaje expulsión que el Ejército israelí llevó a cabo en una pacífica aldea del sur de Palestina. El libro, especialmente al ser adaptado en 1978 para una serie de la televisión israelí, causó gran polémica. Pero lo que verdaderamente llama la atención es que, tras Khirbet Khizeh y el largo cuento escrito por el mismo Yizhar titulado El prisionero, la literatura israelí haya mantenido un silencio casi absoluto en torno a la guerra de 1948. La tercera generación de escritores israelíes, la llamada Generación del Estado, ha ignorado los acontecimientos del año 1948 y la Nakba, la catástrofe palestina, aparece sólo tangencialmente en las obras de Amos Oz, Abraham Yehoshua o David Grossman.

Los críticos no se ponen de acuerdo en la lectura de la novela de Yizhar. No saben si hay que considerarla como una toma de consciencia catártica o como, según escribió Haim Gouri, "una anécdota comparado con lo que los árabes nos han hecho".

He vuelto a la novela, a Khirbet Khizeh, al contemplar las cruentas escenas de Gaza. Aunque sea recurrente decir que la fotografía es la herramienta artística con mayor capacidad expresiva, yo sigo creyendo que el texto literario es el que alberga en sus múltiples niveles de lectura el poder de sondear las profundidades de la experiencia humana. He vuelto al texto de Yizhar no sólo para comparar lo ocurrido en Khirbet Al Khisas, una más del conjunto de aldeas palestinas destruidas en noviembre de 1948, y lo que actualmente está sucediendo en Gaza, sino también para comprender el principio israelí que legitima el asesinato y la expulsión de palestinos.

La aldea de Khirbet Al Khisas -que muy probablemente, según el jefe de la operación israelí, Yehuda Baiiry, sea la Khirbet Khizeh de Yizhar- estaba a medio camino entre Al Muyaddal y Bet Hanun. Es lógico pensar que sus habitantes huyeran hacia esta última población o hacia algún campamento o aldea de la Franja de Gaza. En ese sentido podemos decir que la novela de Yizhar no ha concluido todavía, que 60 años después adopta una nueva forma y que las víctimas de hoy son las de ayer.

El texto de Yizhar es asombroso porque realiza una aproximación profética al estilo realista. En la novela se detallan con precisión las tareas de una unidad del Ejército israelí encargada del desalojo de los habitantes de una aldea palestina y de la demolición de sus casas, pero lo hace empleando un tono profético y judaico, como si tomara prestadas las voces de los profetas del Antiguo Testamento.

La ocupación de la aldea se completó en 1948 sin ninguna resistencia. La novela describe la angustia del sujeto israelí y también sus bromas y pasatiempos. En cuanto a las víctimas palestinas, son meros objetos sobre los que recae su acción, una prolongación de la naturaleza, de la geografía y de la fauna, una parte silente, resignada e impotente.

Producen escalofríos los calificativos que los miembros de la unidad israelí dedican a los campesinos árabes, a los que despojan de cualquier atributo humano. Contemplemos algunos ejemplos: son inmundos, despreciables, almas hueras, gusanos, apestan a tumba, no son hombres, son fantasmas, huyen, son depravados. En cuanto a su tierra: está podrida, cubierta de suciedad por todas partes. Los soldados de la unidad israelí también se mofan de la cobardía de los palestinos que no luchan para defender sus campos y sus hogares. ¿No nos recuerdan este tipo de expresiones racistas las de otro vocabulario, el usado por los nazis durante el Holocausto?

Dos son las escenas culminantes de la novela: en la primera presenciamos la locura de una mujer palestina y su bebé: "De pronto irrumpió una mujer con su hija lactante en brazos, una criatura flaca a la que zarandeaba como si fuera un objeto sin valor. La niña tenía la cara macilenta, estaba enferma y daba asco y su madre, asiéndola por los harapos, la hacía bailotear ante nosotros mientras nos suplicaba, sin que sonara a burla o rencor, sin lamentarse tampoco como una loca, tal vez porque su súplica era una mezcla de todo esto, que si queríamos, nos quedáramos con ella".

¿No se vislumbra a través del baile de esta mujer algo semejante al ambiente de los campos de concentración y exterminio nazis? Si ponemos lado a lado los calificativos que los soldados atribuyen a los lugareños y esta aterradora escena, ¿no nos encontramos ante un lenguaje típicamente antisemita empleado antes por los fascistas en Alemania y Europa en el contexto del genocidio contra los judíos?

La segunda es una escena traída de la Biblia: "Aquellas mujeres y niños, aquellos inválidos, cojos y ciegos, saltaban directamente de algún pasaje de la Tora". Yizhar describe así las víctimas palestinas y, yendo un poco más allá, dice haber buscado un Jeremías entre los palestinos: "Pensé si no hallaría entre ellos también a su Jeremías, alguien que furioso se golpeara el corazón e invocara entre ahogos al dios anciano desde lo alto de los trenes del exilio".

La propia novela, con sus resonancias bíblicas, zanja la cuestión semántica. Si el crítico puede llegar a dudar de las connotaciones de los calificativos usados por los soldados de la unidad israelí, considerando que tal vez sólo fueran expresiones coloquiales de los combatientes, la duda queda resuelta con esas víctimas surgidas de la Tora. Los soldados de la unidad israelí, metáfora de la sociedad israelí, han encontrado a sus judíos. Es decir, que el proyecto sionista de construcción de un Estado como todos los Estados del mundo y la fundación de un pueblo combativo siguiendo el modelo europeo no se puede llevar a cabo a no ser que los judíos encuentren sus judíos. De este modo, el judío israelí puede dejar de ser un judío connotado según un diccionario racista para pasar a prodigar esos calificativos a su víctima palestina.

Aquí habla la literatura a través de Yizhar diciendo lo que nadie puede o se atreve a decir. Resulta irónico que Yizhar fuera un sionista elegido en varias ocasiones diputado de la Knésset por el Partido Laborista. El texto literario expresa la verdad del principio israelí por el cual se legitimó en el pasado la expulsión de las familias de Khirbet Khizeh y legitima hoy el asesinato de sus descendientes en Gaza.

La novela de Khirbet Khizeh narra escenas parecidas a las del confinamiento de los judíos en los campos de concentración durante la aciaga etapa nazi, pero, ¿qué lectura podemos sacar de la sangrienta masacre a la que se ven expuestos los descendientes de esos desdichados aldeanos en la Gaza de hoy en día?

No esperemos a un novelista israelí para completar la narración, porque la imaginación de cualquier tirano criminal es mucho más fértil que la de todos los novelistas juntos. Lo que estamos presenciando nos cuenta dos verdades: la primera verdad cuenta que Gaza es un gueto real sólo comparable a los guetos de Europa del Este expuestos a matanzas y pogromos. La política israelí en Cisjordania y la Franja de Gaza gira en torno a la construcción de guetos sellados a cal y canto para los habitantes originarios palestinos. Ése es el significado del muro segregacionista en Cisjordania y lo es, asimismo, del bloqueo total de la Franja de Gaza. Es decir, que los políticos israelíes responsables de este confinamiento por la fuerza militar no solamente han olvidado la historia de opresión de la que han sido objeto los judíos, sino que han decidido identificarse con sus asesinos e imponer a los palestinos que se conviertan en los judíos de los judíos.

La segunda verdad es que la resistencia de la Franja de Gaza hoy, y la resistencia de las ciudades cisjordanas y sus campamentos durante la invasión de 2002, se parece al levantamiento del gueto de Varsovia. Es cierto que la Intifada de los guetos de Cisjordania fue aplastada en el año 2002 y que la intifada de Gaza sucumbe ahora entre sangre y destrucción sin esperanza alguna depositada en la misericordia de un Ejército que no se ha compadecido de sus víctimas palestinas ni en una sola ocasión, pero también es verdad que los judíos de los judíos han acabado descubriendo la naturaleza racista y fascista del Estado israelí. También lo es que su sacrificio, su lamento y su muerte hallarán un Jeremías que además de lamentarse por su pueblo lo hará por el ser humano dispuesto a ser el instrumento de un dios de la guerra y del asesinato despojado de su imagen para idolatrar al becerro del racismo.


Publicat a El País