Vos deix aquí aquest article d'en Vicença Navarro que me sembla molt clarificador de la situació que estam vivint. Bona lectura!
Tengo gran respeto por el periodista Iñaki Gabilondo y por su gran
profesionalidad. Le considero uno de los mejores periodistas de España.
Ahora bien, discrepo de sus comentarios hechos el 17 de septiembre a
raíz de la manifestación independentista que tuvo lugar en Barcelona el
11 de septiembre (el día nacional de Cataluña). Sus observaciones
indicaron (con todo el respeto que caracteriza siempre la exposición de
sus argumentos) que la nueva situación creada por el enorme tamaño de
tal manifestación exigía un posicionamiento claro del partido gobernante
en Cataluña, CiU, así como de otros partidos definidos hasta hoy como
nacionalistas o catalanistas, sobre su objetivos políticos para
Cataluña, criticando una cierta ambigüedad sobre tales objetivos por
parte de dichas formaciones políticas, ambigüedad notoria, según él, en
los últimos años. Puesto que esta exigencia de claridad es bastante
generalizada en círculos mediáticos, académicos y políticos españoles (y
muy en particular madrileños) me veo en la necesidad de responderle,
no sin antes agradecerle que haya definido la situación actual en la que
se encuentran tales opciones políticas como resultado de una
ambivalencia. Otros de diferente talante que Gabilondo han hablado, no
tanto de ambigüedad, sino de manipulación, presentando tales partidos
como independentistas ocultos que han ido cambiando la presentación de
sus argumentos dependiendo del momento y periodo en el que se
encontraban. La famosa frase de que “los nacionalistas/catalanistas
nunca estarán satisfechos, se les dé lo que se les dé” recoge esta
percepción de que los nacionalistas o catalanistas siempre desean, en
realidad, llegar a la independencia, y todo lo demás es una mera
estrategia de pasos en este sentido.
Este tipo de argumentos ignora, sin embargo, que la gran
mayoría de personas que están a favor de la independencia hoy en
Cataluña no lo estaba hace sólo unos años. Tengo muchísimos amigos aquí
en Cataluña que, no habiendo sentido nunca el deseo de tener un estado
propio, separándose de España, hoy así lo desean. Una de las mayores
causas de que ello ocurra no se encuentra en Cataluña sino en Madrid y
en España. En contra de lo que aducía un reciente artículo en
El País
(“La lucha final de la burguesía catalana”, de José Luis Álvarez,
21.08.12), en el que se criticaba al establishment español por haber
estado demasiado pasivo frente a lo que el autor definía casi como
veleidades del nacionalismo o catalanismo, el enorme crecimiento del
independentismo se explica, en gran parte, por el comportamiento del
establishment español (centrado primordialmente en Madrid), siendo su
eje principal el aparato del Estado central y también los mayores medios
de información basados en lo que se llama la capital de España.
El rechazo a la plurinacionalidad de España
La falta de reconocimiento de tal
plurinacionalidad del Estado español existente en este establishment ha
sido la raíz del problema. Solo por un momento, durante la II República,
pareció que se abría una posibilidad, que desapareció completamente
durante la dictadura fascista que impuso un nacionalismo español
(castellano) extremo que, basado en una concepción jacobina del Estado
español, ahogó y asfixió cualquier otra visión de España. La Transición
inmodélica (que se realizó en términos muy desequilibrados entre unas
derechas -herederas del franquismo- que controlaban los aparatos del
Estado y unas izquierdas –que lideraron las fuerzas democráticas- que
acababan de salir de la clandestinidad) permitió más espacios a las
fuerzas nacionalistas/catalanistas, pero sin reconocer la
plurinacionalidad de España. En realidad, el Estado de las autonomías
(con el “café para todos”) era una manera de negar tal
plurinacionalidad. Referirse a los acuerdos que tuvieron lugar entonces
como fuente de las exigencias de que se respeten aquellas reglas, sin
tener en cuenta el enorme desequilibrio de fuerzas que existía en aquel
momento (como hacía Santos Juliá en su artículo del pasado domingo en
El País o como hace el Monarca en su carta abierta a los españoles), es permitir que aquel desequilibrio se mantenga.
Este Estado de las autonomías abocará inevitablemente a la
disgregación y rotura de España, como algunos hemos ido subrayando (ver
mi libro
Bienestar Insuficiente, Democracia Incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro país).
Si cada demanda de Cataluña se tiene que traducir en diecisiete
demandas iguales, España dejará de existir pues España no puede ser la
suma de diecisiete Cataluñas. España no aguanta la suma de diecisiete
naciones con historias, culturas e idiomas diferentes.
La falta de resolución de esta articulación Cataluña-España en la
España de las Autonomías hizo que surgiera la demanda de un proyecto
federal asimétrico que reconociera, dentro de España, la especificidad
de la nación catalana. Fue en esta vía que, junto con otras
alternativas, surgió el Estatuto de Cataluña que fue aprobado por el
Parlamento Catalán, por las Cortes Españolas y refrendado por la
población catalana. Y a pesar de ello, el Tribunal Constitucional, parte
del aparato del Estado, vetó precisamente algunos de los componentes
más estimados por los movimientos que habían generado la necesidad de
establecer el Estatuto. Y la torpe respuesta del gobierno Zapatero,
definiendo tal veto como un elemento menor del Estatuto, contribuyó a
ampliar el enfado de grandes sectores de la población catalana. Más y
más personas en Cataluña comenzaron a pensar que con esta España no hay
nada que hacer. Algunos firmes seguidores del federalismo asimétrico
abandonaron este proyecto, bajo la constatación de que no había
posibilidades ni complicidades en España para desarrollarlo. Y se
convirtieron en independentistas.
La explosión del independentismo
Pero, ¿por qué ha alcanzado ahora el
independentismo el nivel que ha alcanzado? Y la respuesta es la crisis.
Hoy, la crisis está afectando muy dolorosamente el bienestar de la
población. Y la gran habilidad política de la coalición nacionalista
gobernante en Cataluña, CiU, ha consistido en atribuir tales
dificultades al famoso “expolio español”. Según este argumento, la
aportación no voluntaria de Cataluña a España es equivalente al 8% del
PIB de Cataluña. La demanda de un pacto fiscal, con un sistema semejante
al concierto vasco, es una lógica respuesta a esta situación, en caso
de que el proyecto deseado fuera mantenerse en España. Tal Pacto Fiscal
implicaría un cambio en la gestión de los impuestos y su distribución.
Exigiría que fuera el Estado catalán (como parte del Estado español) el
que recogiera los impuestos y fuera el Estado catalán el que negociara
con el Estado central los fondos para el pago de los servicios comunes y
el componente de solidaridad que, por cierto, nadie cuestionaba (al
menos hasta ahora).
Pero esta demanda se ve irrealizable en España, gobernada por el
establishment español basado en Madrid. Y el punto final de esta
frustración ha sido la victoria por gran mayoría del PP, el partido que
se opuso al Estatuto con mayor intensidad. Tal partido, heredero del
franquismo, muestra la mayor hostilidad a la especificidad catalana y al
reconocimiento de Catalunya como una nación. El último detalle, entre
muchos otros, es que tal gobierno no sancionó a un militar que hace unos
días pedía, una vez más, la invasión militar de Cataluña. El
comportamiento del gobierno PP y de la “caverna” que le rodea es el
mayor fabricante de independentistas en Cataluña. Los medios públicos de
la Generalitat, tanto Cataluña Ràdio como TV3, instrumentalizados
abusivamente por el gobierno Mas (recordando los peores momentos del
pujolismo), constantemente identifican la ultraderecha, el PP, con
España, forzando una imagen falsa de que el PSOE y el PP son lo mismo.
Autores de la “caverna” aparecen o son citados mucho más frecuentemente
en tales medios que autores españoles de izquierda federalistas, o
incluso políticos españoles conocidos que apoyan el derecho de
autodeterminación de Catalunya.
La paradójica situación en Catalunya
Resultado de esta situación, incluido el
control de la mayoría de medios en Catalunya por parte de las derechas
nacionalistas, nos encontramos con la situación casi única en Europa de
que uno de los gobiernos que ha ido imponiendo mayores medidas de
austeridad a su población (ninguna de ellas existentes en su programa
electoral) goza de un amplio apoyo electoral en Catalunya sin que la
crisis y la puesta en marcha de tales políticas hayan afectado su
popularidad. La gran astucia política del partido gobernante, CiU, ha
sido presentar la necesidad de aplicar tales medidas como consecuencia
del “expolio” de Cataluña por parte de España. De ahí que haya intentado
canalizar, con la ayuda de sus medios, tal enfado hacia el
establishment español basado en Madrid, definiéndolo como España.
En este argumento se olvida que el déficit de gasto público
(incluyendo el gasto público social) de Cataluña es mayor que el déficit
fiscal (que existe y debe eliminarse). Y también se olvida que el País
Vasco, con un sistema fiscal semejante al que el gobierno CiU desea,
tiene también problemas graves, con una crisis profunda. En realidad, el
gasto público social por habitante en el País Vasco es mucho menor de
lo que le correspondería por el nivel de desarrollo económico que tiene,
y ello como resultado de haber estado gobernado por las derechas en la
mayoría del periodo democrático. Tener una Cataluña independiente no es
garantía de que Cataluña elimine su enorme déficit de gasto público
social. En realidad, algunos de los economistas más visibles en la
esfera independentista (incluyendo el economista “oficial” de TV3, que
en sus llamadas “lecciones de economía” en tal medio adoctrina a la
población catalana con su dogma neoliberal) son ultraliberales que
eliminarían gran parte de los servicios públicos, como sanidad y
educación, acentuando todavía más el deterioro de los servicios públicos
que ha ocurrido bajo el mandato de CiU.
El expolio no es la única causa del déficit social de Catalunya
En realidad, tal como he señalado en otro artículo (“Expolio nacional o expolio social”
Público 13.11.11)
el gran déficit social de Cataluña se ha acentuado todavía más como
resultado de la alianza de CiU con el PP (que fue el partido que se
opuso más al Estatut) en las políticas fiscales regresivas, en la
reducción de los impuestos que gravan las rentas del capital y rentas
superiores, y en la privatización de servicios públicos, además de otras
políticas de clara orientación neoliberal. Y ambos, tanto CiU como el
PP, han hecho lo opuesto a lo que prometieron. Dijeron mil veces durante
la campaña electoral que no recortarían en los servicios públicos como
sanidad y educación, donde ha recortado más. Ambos están siguiendo
políticas para las cuales no hay ningún mandato popular. De ahí que la
demanda de un referéndum sobre si la ciudadanía aprueba tales políticas
de austeridad sea tan aplicable al gobierno PP como al gobierno CiU.
El Presidente Mas ha subrayado que, si el pueblo catalán votara a
favor de la independencia en un referéndum, las autoridades públicas
representativas españolas, por mera coherencia democrática, deberían
aceptarla y permitir su desarrollo. Pero la selectividad en la exigida
coherencia y su falta de credibilidad aparece claramente cuando el mismo
Presidente hace lo contrario de lo que el pueblo catalán votó,
desmontando, como lo está haciendo, el Estado del Bienestar catalán. En
sanidad, por ejemplo, las políticas que la Generalitat de Catalunya
están polarizando todavía más la sanidad en Catalunya, favoreciendo a la
sanidad privada (que sirve predominantemente a las rentas de mayores
ingresos) a costa de la sanidad pública (que sirve a las clases
populares). Y todo ello bajo el liderazgo del Conseller de Salut (que
era el jefe de la patronal hospitalaria privada) transformando un
servicio universal en un servicio asistencial, justificando tales
políticas bajo el lema de que no hay otra alternativa, pues Madrid
(España) nos fuerza a hacerlo y así nos lo manda.
De la misma manera que el Presidente Rajoy está desmantelando la
España social bajo la excusa de que es lo que le exige Bruselas, el
gobierno Mas también señala que tiene que hacerlo porque así se lo pide
Madrid. En ambos casos estamos viendo la externalización de
responsabilidades. En España, Bruselas se presenta como el problema. En
Cataluña, Madrid es el problema. Y aunque en ambos casos hay un
componente que sí se corresponde a la realidad, es sólo un componente y
no lo es todo pues, ni antes de que hubiera el euro ni ahora con el
euro, Bruselas y Madrid han sido los mayores determinantes del
subdesarrollo social de Cataluña y de España (ver mi libro
El Subdesarrollo Social de España. Causas y Consecuencias).
Las relaciones de poder de clase juegan el papel determinante tanto en
Cataluña como en España. La alianza de clases, entre las clases
dominantes en España y en Cataluña (terminología nunca utilizada en los
medios por considerarla interesadamente como anticuada), es la causa
mayor del retraso social de ambas, y los datos así lo muestran. Los
países que tienen menor gasto social por habitante son aquéllos donde
las clases conservadoras han sido más dominantes sobre los aparatos de
sus Estados. Y así ocurre tanto en Cataluña como en España, como lo
muestra que en la gran mayoría de leyes y presupuestos de austeridad que
han afectado negativamente el bienestar de la población (tanto en
Catalunya como en España), el PP y CiU han votado juntos (tanto en el
Parlament de Catalunya como en las Cortes Españolas). Esto es lo que
está ocurriendo en Catalunya y en España, de lo que no se habla en los
medios de mayor difusión ni en Catalunya ni en España.
Sería un gran error que las izquierdas permitieran que las derechas
catalanas y españolas protagonizaran el desarrollo de los hechos durante
este periodo. Las izquierdas catalanas no pueden dejar que el gobierno
CiU lidere el proceso de defensa de Catalunya cuando sus políticas
públicas han estado dañando de una manera tan acentuada el bienestar del
pueblo catalán. Las manifestaciones identitarias y las sociales deben
confluir en una protesta generalizada hacia lo que está ocurriendo, no
sólo en España, sino también en Catalunya. Y la izquierda española
necesita aceptar que la Constitución, fruto de un desequilibrio en el
momento de su aprobación, no es un documento sagrado. Debe cambiarse
favoreciendo que la plurinacionalidad de España se refleje en que cada
nación dentro de tal Estado pueda expresarse y determinar su futuro.
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra
Público - 20/09/2012